Resumen:
Sostiene que el duelo procede del falso concepto que se tiene sobre el honor cuando se confunde con la venganza de un agravio personal y degenera en cobardía e infamia. Señala que es una virtud laudable cuando se emplea dignamente, en defensa de la religión, de la patria, de la familia, o de un noble y elevado propósito. Argumenta que el duelo es un crimen atroz porque conlleva dos delitos: el homicidio y el suicidio; pues los que voluntariamente se baten en duelo se disponen a matar y a ser muertos, de manera que aceptan voluntariamente y con deliberada reflexión. Considera que es también una violación flagrante de los derechos ajenos, y de las obligaciones que Dios impone en orden a los semejantes. Concluye que el duelo es un acto criminal propio sólo de los tiempos de exploración y de barbarie, contrario a los principios de la religión cristiana, y ajeno a la civilización y cultura del siglo que se vive; donde es más digno, propio del hombre sensato y racional, recurrir a la autoridad judicial.