Resumen:
Señala que el derecho a la legítima defensa se tiene no sólo cuando se ataca la vida sino también cuando se ataca cualquiera de los derechos primordiales. Prueba que es posible llevar la defensa hasta la muerte del agresor injusto, pero que existen casos que restringen este derecho. El primer caso es cuando el daño puede ser fácilmente reparado por la autoridad o de cualquier otro modo, en este caso no se puede quitar la vida al agresor; puesto que existen otros medios para respetar nuestro derecho. El segundo caso es cuando el daño causado es insignificante en proporción al que se le causaría al agresor quitándole la vida. Menciona que también se tiene el derecho de emplear la fuerza en defensa de nuestros semejantes, porque la moral nos impone deberes para con ellos.