Resumen:
Argumenta que la historia de la filosofía en el siglo XIX es una gran acción del oriente sin caer en la absurdidad del panteísmo; tiene toda la elevación e independencia de los griegos, sin perderse en sus misterios ni dejarse seducir por el amor al nombre; posee la fuerza lógica de la escolástica, sin pagar tributo a sus sutilezas; es empírica, para ser hija de Bacon y de Descartes; y para que ningún elemento le falte, sustituyen al sensualismo con la teoría de la sensibilidad, da a la razón el valor objetivo de que es acreedora para no caer en la esfera de las abstracciones ni en las oscuridades una metafísica incomprensible; desenvuelve y completa la moral noble de los escoceses y conquistas la grandeza para la ciencia y la libertad para el hombre. Concluye que el movimiento filosófico en el siglo XIX es la marcha triunfal del espiritualismo, o más bien, del espíritu verdaderamente científico que ha establecido una filosofía humana y universal.